El "SURULLO" y YO
Son las 2 de la tarde y lo oigo
con una pesantes que me abruma, dejo un momento mis alucines de literato, y lo
veo con su pesimismo de siempre, de un lado a otro menea la cabeza, si es que
se le puede llamar así. El calor de esta tarde lo tiene abrumado, y a mí con un
sentimiento de culpa. Pobre, pienso, ha de estar cansado, fatigado, doliente, a
punto del desmayo.
Las tejas de mi cubil, parecen a
punto de crujir, el cielo de plafón que he dispuesto para que el calor sea
menos, en algún momento se derretirán, pero hoy no es ese día, sin embargo soportan
con estoicismo el agobio de los rayos fulminantes del sol.
Vuelvo la mirada a él, y observo
que clama piedad, la verdad lo estimo, como se estima a esos amigos, que en las
buenas y mucho más en las malas están siempre jodiendo, pero ahí están, pase lo
que pase.
Este campesino, que desde hace
unos minutos, escribe a pequeños espasmos, no suda, estoy exprimido como un
limón en una cerveza, michelada o unas suculentas carnes asadas, aunque
efectivamente, poco me falta para que quede bien dorado.
Es cuando dejo de escribir, que
lo observo, pobre, no supo en qué manos vino a caer, se me asemeja a esos esclavos
del siglo pasado, y del otro pasado, y del otro y del más atrás. Me lo
heredaron los abuelitos de mi esposa, sin que ellos lo supieran. ¿Por qué a mí?
Quizá porque pensaron que cuidaría bien de él, porque comprendería lo que ellos
comprendían y lo cual logro entender, desde la aparente comodidad de mi
escritorio. Lo bauticé con el nombre de “Surullo”, a nadie se lo dije, es un
secreto, que solo él y yo sabíamos, en fin mi pecho no es bodega, je, je.
¡Pobre! Me causa lastima,
aflicción, amarrado a un cable negro de electricidad, y cual tic, mueve de un
lado a otro su pesada cabeza. ¡Pobre “Surullo” coño! Me adormito en mi silla, y
duermo como un bebito canguro,
acurrucado al estómago de su madre, en el sueño, soy yo quien toma el lugar de
mi ventilador, y me veo como si fuera un alguien conocido y me da tristeza, me
causa estremecimiento ver dormir a ese muchacho guapo, tan buena onda, que no
se mete con nadie cuando está durmiendo, y que se ve a leguas, es más recto que
el espinazo de un camello. Voltee a ver el mini Split, ¡ah ese gran huevón! Dije
en uno de mis giros de cabeza, ya no lo prenden, pues es como los políticos,
hace bulla, no enfría, y los recibos llegan carísimos.
A soplar con más enjundia iba,
para provocar mejores ventiscas, cuando el brazo derecho se me resbaló de mi estómago,
en donde descasaba apacible y se precipitó hacia el piso, en donde terminó. Esto
me levantó, adolorido, somnoliento, con ganas de saber quién soy.
Por eso me dispuse a escribir,
por eso decidí, exorcizar algo, calmar mis dudas, y al terminar esto, lo
apagaré, e iré quizá a correr, quizá a la biblioteca, a lo mejor al cine, o en
su caso, a seguir girando el cuello de un lado a otro.
Y termino, a como escribiera el
maestro Borges. No sé cuál de los dos escribe esta página. Diuu.