ARQUITECTURA DE LA POBREZA, en el edén perdido…

Por Arquitecto  José Guadalupe Peralta Romero

La pobreza no solo es material, también es mental

Los años setenta marcaron la cosmovisión de un niño que habla con la visión de lo que observó, de lo que sus ojos vieron, en una época que despegaba a la modernidad, producto de la bonanza petrolera que iniciaba con el corazón de los obreros, pero al estilo mexicano, no se reflejaba ese éxito de esa actividad, a como se dio en otras partes del mundo. El barranco se extendía desde la estrada a villa Aldama y Tecolutilla y terminaba hasta el predio San Silverio, sus casas eran variadas, no había banqueta, solo alambrados y las casas no estaban pegados al alineamiento, sino hasta unos metros adentro. Ver la pobreza desde adentro, mirarla desde todos sus ángulos y perspectivas no cualquiera lo hace. Analizar la cultura de las familias pobres, observar como visten, qué comen, y cómo se divierten, transforma el pensamiento del observador. Ver cómo se las ingenian para resolver todas sus necesidades físicas y fisiológicas, es lo sorprendente. El pachulí cómo olvidarlo, la ropa lavada con agua de pozo y la hierba que encanta es lo mágico. El baño a las afueras de las viviendas, es lo más funcional en arquitectura. No daba temor de salir de noche a usar el baño comunitario para todos los miembros de la familia. Pero, lo más atrevido era tender la ropa en el cuajilote, ni siquiera una cuerda detenía a las antiguas amas de casas. Para todo había un remedio casero, para toda la arquitectura vernácula resolvía la vida del hombre.

Antiguamente, las inundaciones no eran una tragedia como ahora, se sabía convivir con el agua. El tabasqueño de antes sabía convivir con el agua, era parte de la vida, era parte de esa identidad perdida.

Los chiqueros eran parte de las viviendas, era parte de la cultura alimenticia del tabasqueño setentero y ochentero, me refiero a los años setenta y ochenta. La mayoría de las familias acostumbraban a tener su chiquero en el traspatio con dos o tres cerdos para festejar el santo de la patrona o del patrón o de algún hijo. La matita de limón, no podía faltar, era la cereza en el pastel. Las limas para el dulce, tampoco podían faltar, nada que ve hijito a la tiendita de la esquina, la vivienda lo resolvía todo, Tabasco era un edén…

Era una pobreza rica, era una costumbre rica, pues donde hay comida, no hay pobreza, hay alegría y jolgorio.

De la arquitectura de la pobreza, pasamos a la arquitectura perdida y después a  la arquitectura de la crisis. Todo nos hace falta en las viviendas actuales…

Los rasgos de la clase baja, no es notorio que se pierda, pues algún nuevo rico, aunque sea muy rico, no pierde la tesitura con que creció toda la vida. Siempre la pobreza se reflejará en el cosmos del individuo, es un patrón difícil de olvidar, difícil de ahuyentar.

Continuará

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