Historias Anónimas de Comalcalco
Luis Cruz Hernández.
Se cuentan en mi pueblo Comalcalco, ciertas
historias de personajes de toda índole, esta vez yo contare la historia de un
personaje que todavía habita en la colonia centro de este municipio, es un
personaje muy conocido y alegre que siempre te saluda con gran entusiasmo y que
tiene como característica personal y detalle fino recordar nombre y apellidos
de todos sus conocidos. Por allá, por los lejanos fines de la década de los
ochenta, este amigo de quien les cuento tenía serios problemas con el alcohol,
se la vivía de bar en bar y de esquina en esquina, en permanente juerga, dando
tumbos por cada bello y conocido rincón comalcalquense, algunos días se le veía
cerca del mercado publico 27 de Octubre, y otros días se le veía parado en
alguna de las esquinas de la calle
Juárez.
Cada día se le veía peor, sucio, sin dinero, ya casi al borde del
teporochismo su familia decidió tomar una medida desesperada: recluirlo en un
“anexo”. El primer día sufrió como todo el que llega, el acostumbrado baño
“desintoxicante” de agua fría, cambio de ropa, corte de cabello y su respectiva
rasurada, así como una cómoda habitación con vista a cuatro paredes de concreto.
Dicho
acontecimiento fue de conocimiento público, ya no se vería mas al amigo rodando
por las calles de Comalcalco. Mayúscula fue la sorpresa de propios y extraños
cuando al día siguiente de ser anexado, a eso de las 10 de la mañana fuera
visto caminando libremente, formalmente arreglado y bien acompañado de sus dos
fieles compañeras, la pachita de aguardiente y la cajetilla de cigarros.
Se sabe por buenas lenguas la “hazaña”
inédita que él había logrado: Espero la madrugada para efectuar su escape, cual
gato de vecindad trepo por las paredes, y con gran sigilo arranco dos tejas del
frágil techado, mismas que vendió para pagar sus 2 grandes compañías la pachita
de aguardiente y su cajetilla de cigarros.
Algunos años después nuestro amigo tomo por
buen camino, dejo la bebida pero no el cigarro, sigue siendo tan alegre como
cuentan que ya era en esos lejanos ochenta y nos sigue sorprendiendo con su
singular detalle, porque todavía te habla por tu nombre y apellido.