MI TATARABUELO POLICARPO VALENZUELA, “La historia de un Gobernador.”

Por José Guadalupe Peralta Romero


Un gobernador que tenía pacto satánico
 
El escritor Ramón Jesús Alejandro Hernández, relata la misteriosa personalidad de don Policarpo Valenzuela.


Graco “no muerde”, pero mostraba la dentadura amenazante. El enorme bulldog permanecía pegado a la reja y le brillaban los ojos en la oscuridad cuando salió su amo.

Ramón Jesús Alejandro Hernández, un escritor paraiseño avecindado en Cárdenas, es profesor de inglés, poeta, historiador y escritor, aunque titubea cuando le pregunto sobre la cantidad de libros publicados. Ha perdido la cuenta, pero después recuerda que es autor de ocho libros.

Su obra más reciente la constituye la trilogía “Testimonios”, un trabajo de 900 páginas que le llevó 24 años de investigación documental y de campo sobre la historia del municipio de Cárdenas.

El tomo tres, en cuya portada aparece la foto de Constancio
Valenzuela, a quien llama “el médico de los pobres”, incluye un episodio revelador sobre la vida de un ex gobernador tabasqueño, que según la tradición popular, pactó con el diablo.

-¿Te refieres a don
Policarpo Valenzuela, el ex gobernador de Tabasco?

-El mismo. Aquí nació en lo que ahora es la ranchería Habanero, a ocho kilómetros de Cárdenas. El sentía particular afecto por esta ciudad; aquí tenía sus raíces. Una de las fincas por las que él sentía particular interés era la finca El Carmen, que ahorita es el Ejido Habanero. Con todo el capital que poseía don Polo, se convirtió en uno de los grandes inversionistas de principios del siglo pasado. Tenía una línea naviera, y tendió las líneas de ferrocarril de Cárdenas a Nueva Zelandia, que para esos tiempos (1886) resultaba una proeza.

La entrevista ocurrió la noche del jueves pasado. Había un intenso calor en la modesta casa del historiador, en la colonia El Toloque. Junto a la sala donde dialogamos, hay una habitación que mide menos de seis metros cuadrados.

No tiene clima artificial y allí escribe, en una computadora que ocupa casi todo el espacio. El libro al que se refiere se publicó en el año 2005, pero lo tiene grabado en la memoria y el relato fluye con una pausa breve para beber un sorbo de agua de naranja.

-Me llamó la atención la referencia a una práctica satánica de un ex gobernador-, le digo como una manera de regresarlo al tema.

-Hasta estos tiempos, por tradición oral, se ha venido diciendo que don Polo era un personaje misterioso.

A don Polo le atribuían muchas cosas. Se dice que en una ocasión, estaba don Polo en la Finca El Carmen, a donde venía a pasar los fines de semana, pues la navegación en el río Mezcalapa era constante. Don Polo era vegetariano.

No comía carne y aparte de eso era un poco desconfiado.
Era muy popular porque venía desde abajo. Si había prosperado, fue merced a la habilidad que tenía para los negocios.

Parecía evadir el tema. Le daba vueltas y vueltas, mientras Graco, el enorme mastín, giraba alrededor del reportero y no obedecía a las señas de su dueño, que insistía: “no pasa nada. No muerde”, hasta que al fín, el animal abandonó la sala y continuó la narración sobre el suceso diabólico:

“Don Polo tenía una intuición asombrosa para los negocios, pero la gente de aquellos tiempos le suponía tratos con…”

En este momento titubea. Demora unos segundos hasta que pronuncia las palabras prohibidas: “Tratos con el malo, con Satanás”.

De acuerdo al profesor Alejandro, “al papá de don Tincho Sánchez, en una ocasión lo contrataron para hacer unos trabajos de albañilería en la Finca El Carmen, y allí estaba trabajando”.

-Esto me lo platicó don Tincho- , revela el historiador: “Que estaba trabajando cuando escuchó que del otro lado, alguien vociferaba y maldecía y se oían los cuartazos.

Entonces subió al andamio y observó un tatuaje del diablo en la espalda de don Polo, quien le daba cuartazos a otro diablo pintado en la pared”.

En su libro “Testimonos III”, el escritor paraiseño agrega a la anécdota, que “maullando, un gato negro que le acompañaba, daba cabriolas como recibiendo cada uno de aquellos azotes”.

-¿Ya era gobernador don Polo, o todavía?

-Aun no. Porque eso sucedió como en 1906, y don Polo fue gobernador en 1911.
En Tabasco había dos personas con las cuales don Porfirio Díaz se llevaba muy bien: don Polo Valenzuela, que era su compadre, y don Tirso Inurreta, a quien hizo jefe político en Oaxaca.

Ramón Jesús Alejandro hace una acotación al referirse al segundo personaje: “Cuando Madero pasa, en 1909 en su campaña política por Oaxaca, don Tirso Inurreta, que era de Cunduacán, le echó la gendarmería, pero alguien le avisa a Madero que lo iban a aprehender, entonces Madero escapa, y así se libró Cunduacán de un baldón que hasta ahorita le pesaría, porque si no le han avisado a Madero que lo iban a aprehender, hubiera caído preso, y el jefe político era don Tirso Inurreta. Se infiere que para que don Tirso Inurreta fuera jefe político, lo recomendó don Polo
Valenzuela, porque don Polo tenía dos pesos: su peso económico en Tabasco… y su peso político”.

En la mesa de centro de la sala, hay tres libros de Ramón Jesús Alejandro en proceso de publicación, ya terminados: uno de poesía, otro de leyendas locales y uno más titulado “Así hablamos y nos entendemos en Tabasco”.

La sola mención de este último título, trae a colación la frase registrada en la página 104 del volumen III de “Testimonios”: “Me cagué, dijo don Polo”, atribuida al ex gobernador de Tabasco fallecido el 4 de enero de 1914. En la página 26 del mismo tomo, el historiador paraiseño consigna otro relato sobre la personalidad misteriosa del ex gobernador
Policarpo Valenzuela.

“Afecto a las mascotas siniestras, don Polo tuvo un perro mastín llamado “Bull”, de aspecto tétrico y por demás diabólico. Este era el mismo can que lo acompañaba en los frecuentes baños corporales que se daba en los madreados de la hacienda como parte, tal vez, de sus rituales misteriosos.

Un día, uno de los fieles sirvientes a quienes solía ordenarles pusiera diariamente bajo los cacaotales comida y bebida ritual al cuchifí y a otros entes del averno, le expresó su deseo de pactar con Belcebú para salir de pobre.

Admitiendo estar dispuesto a enseñarle el procedimiento, a la siguiente noche, estando en las primicias del conjuro infernal, ante las voces quejumbrosas que sobrevinieron y el torbellino azul que lo azotó contra los árboles, huyó despavorido, terminando sus días trastornado de sus facultades mentales y recorriendo los caminos reales como un autómata escapado de ultratumba”.

Todavía hoy, durante la cuaresma en el Ejido Habanero, relata el historiador, “los vecinos tiritan de miedo a media noche al escuchar en la lejanía la voz misteriosa de alguien que jopea ganado; y los ladridos de un perro que, desde el más allá, continúa estando fielmente detrás de su amo”.

En el librero hay varios tomos de su obra, confundidos con libros de José Agustín, enciclopedias, y un libro de poesía que publicó en el año 2000 titulado “Como quien sale de viaje”. Menciona que “en 1975 ganó el primer lugar en el certamen de Poesía, en la Feria estatal”, cuyo jurado estuvo integrado, entre otros, por el poeta Carlos Pellicer. “Yo había hablado con él -recuerda-, cuando dio un recital en Paraíso”, para comentarle que “tenía una obrita compendiada, hecha a máquina”.

La respuesta del maestro no lo desanimó: “Nadie te la va a publicar –le aseguró- porque la poesía no es un negocio. Si quieres publicar algo que se venda, tiene que ser algo vulgar, algo corriente”.

-¿Será que no quería competencia?, porque él vendió muchos libros de poesía.

-No sé, pero fue lo que él me dijo.

-¿Y cómo te nace el interés por la historia?

-Desde la secundaria, me atrajo mucho el fenómeno revolucionario.

-¿Por qué crees tú, como estudioso de la micro historia, que los tabasqueños somos tan indagadores de las vidas ajenas, por no decir tan chismosos?

-La naturaleza del medio hace que el tabasqueño sea explosivo, lo hace hablar mucho. Si tu vas a un lugar como Puebla y subes a un camión, la gente va callada.

Sin embargo, el propio investigador mantiene un bajo perfil y es absolutamente reservado. No asiste a los cafés o centros de reunión ni se le ve en eventos sociales.

Por lo menos, los últimos 24 años antes del 2005, los dedicó a la investigación histórica. “Estuve investigando en la biblioteca de Campeche porque le fui siguiendo el rastro a Rafael Domínguez Gamas y al mismo tiempo, le seguí el rastro a Tomás Garrido. Yo platiqué con personas que estudiaron con Garrido en la escuela Luis Gil Pérez, en Villahermosa.

Posteriormente lo envían sus padres a Campeche y se dice que ahí estudió Derecho y que no terminó la carrera. Precisamente en Testimonios III doy cuenta del garridismo en Tabasco.

Ahí se plantean los aciertos y desaciertos”.

-¿Y si se ponen en una balanza, qué predomina?

-Se dice que Garrido luchó contra el analfabetismo y el fanatismo, pero hay una cosa: en Tabasco durante el garridismo no se hizo una escuela de mampostería.

Todas las escuelas eran de paja o bajo la sombra de los árboles.

-No te vayan a desmentir los garridistas.

-Bueno, pudieran haber algunas –admite, y enseguida, como profesor normalista, reconoce la obra de la maestra Rosario María Gutiérrez Eskildsen: “A la maestra la beca Garrido y se convierte en una de las pedagogas de los últimos tiempos”.

De repente interrumpe la entrevista para leer algunos de sus versos. Después explica que escribe hasta tres libros en forma paralela. “Escribir es un vicio que tengo”, confiesa, “si no escribo me muero”.

-¿Y a qué hora realizas el trabajo de campo?

-Por eso es que no voy a los cafés.

Eran las diez de la noche de acuerdo al horario de verano. En la oscuridad, “Graco” no muerde, pero muestra la dentadura amenazante.


Fuente: Escritor Ramón Jesús Alejandro Hernández.


Fuente: Escritor Ramón Jesús Alejandro Hernández.

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