DARWIN, “el hijo ausente”

JUAN VIRGILIO GAMAS RUEDA

Querido hijo Darwin:

Antes que nada quiero felicitarte y darte la bienvenida, al planeta donde vivimos los seres humanos. Como dijo alguna ocasión nuestro dios nuestro señor: Antes de que te formaras en el vientre de tu madre, yo ya te conocía, lo digo porque el otro día soñé contigo, ¡hágame usted el favor! Soñé que estábamos jugando en el jardín de nuestra casa del fraccionamiento “las esperanzas”. Soñé que estábamos intercambiando una pelota de voleibol, en espera de que llegara del trabajo tu mamá. No podía creer haberte conocido en un sueño, estaba tan feliz de ver tu rostro y ver cómo te parecías a tu hermano Pepito. Tu sonrisa y carcajadas me hacia el padre más feliz del universo. Te confieso que yo no te quería poner el nombre de Darwin, yo quería ponerte Gastón, en honor al Tercer Virrey de la Nueva España. Te juro que luché muchísimo para ponerte ese nombre, pero la influencia de tu abuela, hacia tu mami, era tan inmensa que no pude convencerla, al final acabe derrotado. La guerra contra las mujeres, se ganan huyendo. Lo importante era que crecieras sano y fuerte, como sansón. Ni siquiera te he preguntado si te gusta tu nombre, y ya te hice un pergamino de argumentos, que al fin y al cabo son míos únicamente. Bueno, pero es importante que sepas como nació tu magnifico nombre.

Diosito no quiso que llegaras a nuestra tierra, es el quien ejecuta sus mandatos, es el quien manda y hace las cosas bien, para que no sucedan otras cosas peores, ni modo Darwin, pero desde allá donde estas, sé que te escaparás por las noche un ratito de vez en cuando, y en nuestros sueños nos encontraremos como el otro día. Creo que no hace falta que estés físicamente, sinceramente.

Y, no nada más platicaremos, sino que saldremos a pasear en la camioneta, madrugaremos para ir al rancho de Candelaria y pasaremos a tomarnos una polla (licuado) bien rica, en los jugos chápala, para aguantar el hambre hasta la tarde que regresemos.

¿Qué crees Darwin? Compré un caballo albino igualito al que yo tenía cuando era niño, parece que volvió a nacer, pero un poco menos cabezón. Dice tu abuelo que es un poquito más fino. Ese caballito es tuyo Darwin, te lo regalo, para que sea tu primer caballo, para que te dé la suerte que a mí me brindó el mío en los otros tiempos.

Por último, te adelanto que el gringo, a como le puse de nombre a tu caballito, es muy enamorado, se salta las cercas para estar con la yegua que  más le gusta, se parece a su antiguo dueño. Tú Darwin, le podrás poner el nombre que te plazca. Darwin, no me queda más que agradecerte tu maravillosa existencia.

Te quiere, tu Papá…

(Continuará)

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