SIN TITULO
De pronto estoy aquí. En estos veinte tantos o treinta y tantos en donde he llegado como quien despierta de una siesta, en donde los recuerdos empiezan a ser parte de una historia que irá diluyéndose en torno a las nuevas generaciones.
Nadie se escapa a ser recuerdo.
A terminar siendo un recuerdo, malo o bueno, pero al final un recuerdo, que con el paso del tiempo será a lo mejor un fin, y quizá una muerte.
Un recuerdo que esperará esporádicamente ser resucitado en algún comentario entre amigos, en alguna charla entre familiares, en alguna ocurrencia, entre carcajadas, entre diáfanos instantes de nostalgia.
Estamos condenados a persistir en el recuerdo, a vivir de nuestros actos en el imaginario de quienes alguna vez nos conocieron o dijeron conocernos.
En mi caso, en mi particular punto de vivir, he notado con nostalgia que me empiezo a convertir no en un recuerdo, aunque ya es imposible dejar de serlo, sí en un ser humano inmensamente afortunado de amasar una fortuna inmensamente distante al dinero, a lo exuberante, a lo material, a lo banal, me es grato escribirlo, reconocerlo así.
Pero no lo niego, es difícil el decir adiós, me llena de nostalgia el ver partir, a una persona, a un ser humano, a un ser querido que recordaré por el resto de mi existencia.