El PRI urge de un Talibán en la dirigencia
Hay quienes observamos el vaso medio vacío, hay quienes de
manera optimista lo observamos medio lleno, pero lo cierto es que en algo
coincidimos, que dicho utensilio está a medias, obviamente esto se percibe de
lejos.
He de decir que los tiempos también marcan el rumbo, y en el
caso de un partido político como es el PRI Tabasqueño debe enderezar el navío
más allá de intereses cupulares, máxime cuando el PRI Tabasco, en el pasado
proceso electoral lo perdió todo hasta la vergüenza, se hizo de menos a la
militancia y se privilegió a la casta política que con todo y su abolengo y
elevada chingonería provocaron desconfianza y temor a los votantes.
Por ello, el tema del cambio de dirigente estatal del PRI
cobra notoriedad entre un púbico curioso que de soslayo le mira con un dejo de
amargura e indiferencia. Es demasiado obvio que deberán abrir el proceso de
cambio de dirigencia a la consulta a las bases, así lo reclaman estos sagrados
días, están igual obligados a definir su futuro sin esos pesados grilletes
cupulares si quieren ser competitivos dentro de tres años, deberán mandar la señal y dar el primer paso.
Está claro, la militancia ansia un cambio, los que creen ser
dueños del partido prefieren llevárselo con ellos a la tumba. A qué le pueden
temer estos señores si ya el que temió murió. Es pues, que todo va de la mano
al cambio que se aspira, ya que si el PRI busca ganar las elecciones
intermedias, deberá abrir el proceso y por consiguiente deberá tener un
dirigente a la altura de la demanda priista.
¿Qué dirigente necesita el PRI tabasqueño? Bueno, según mis pláticas
harto fatigosas con los priistas de a pie, estos son más o menos los puntos que
más sobresalen:
Primero: Nadie quiere un dirigente emanado de la imposición
ni de la línea, ni del dedazo o como le digan.
Segundo: El dirigente deberá ser una persona que logre
conciliar con los pocos grupos que quedan en el PRI y también con sus
corrientes.
Tercero: Que exista un compromiso real, categórico de parte
de quien quede en la dirigencia por transparentar los procesos internos y que no sea un títere del CEN del PRI.
Cuarto: Que tenga los arrestos para defender al partido, al
pueblo, sin caer en la bajeza o en el pensamiento mediocre, sino con certeza,
argumentos y ejemplar franqueza.
Quinto: Que sea astuto, sagaz y con el liderazgo suficiente
para ser una oposición de verdad, no dé a mentiritas.
Sexto: que tenga una trayectoria política emanada del
respaldo de la militancia no de las cúpulas.
Séptimo: Que sea un profesionista destacado y consagrado, no
un practicante sino un experimentado ciudadano.
Octavo: Que sea un dirigente que abandone el confort, la tertulia,
el café y se mezcle con el pueblo, con el priista, que los visite que los
convenza, es decir, que sea humilde.
Noveno: Que no sea puesto solo para el amor y la paz con el
gobierno en turno.
Estos indicadores hay que aclarar, no describen a un santo
niño de atoche, sino todo lo contrario, lo que el PRI urge es un Talibán que
vaya por todo y por todas.