ME PERDONARA ELLA
El perdón, esa palabra mágica que
en apariencias lo borra todo, una búsqueda constante, que muchas veces se
consigue con el tiempo, una lucha diaria, una conquista, no sobre el culposo,
sino sobre uno mismo, sobre el ego, sobre el odio, sobre la lujuriosa venganza,
y el acechante demonio de la ira.
Pocos muy pocos llegan a tal
conquista, a tales niveles de mansedumbre que suelen ser atributos incluso de dioses,
santos y seres excepcionales, almas iluminadas que no se detienen ni ante la
ofensa, ni ante el pasado.
El perdón se asocia con regularidad
con un acto de amor, Jesucristo es un ejemplo de ello, y más aún el mismo Dios.
Pero como dije hay también mortales comunes y corrientes que de una manera
asombrosa sobrepasan lo banal y actúan como almas y espíritus libres. Y aunque
son seres iluminados andan por el mundo, como si nada, como si en ellos no hubiera
batallas internas, o fantasmas asfixiantes, ese tipo de valientes, de héroes, son
poco reconocidos, e incluso a veces incomprendidos, ante sociedades donde aún
predomina la Ley del Talión.
Ni Dios ha podido agradar a
todos, ni porque mandó a su propio hijo para exonerarnos de nuestros pecados, a
quien por cierto, para acabarla de amolar, matamos, o mejor dicho mataron, pues
en esos tiempos este campesino que escribe estos arrebatos literarios, a lo
mejor hasta pecaminosos, no existía.
Pero supongo, imagino, con esta
masa encefálica que el propio Diosito lindo me dio, que no faltó el canijo, que
al intuir que el que se decía llamar Jesús, el hijo del Todo Poderoso, en
verdad sí lo era; en un acto reflejo, dicho canijo, volteara al cielo que de
pronto se tornó grisáceo y algo nervioso y justificando su incredulidad, no
dudó en reclamarle a su manera al buen Dios y blasfemó, huraño y moralista : “¿qué
clase de padre manda a su primogénito a la muerte?” Obvio el pagano no sabía,
que a los tres días el Angelito del Señor volvería a la vida, aunque no falta el
negro en el arroz, el investigador, el que navega en confines diferente a la
versión oficial, que asegura, creemos “mariguanamente” que Jesús de Nazaret no
murió en la cruz, sino se huyó a Cachemira India, donde se recuperó de sus heridas, tuvo familia, hijos y terminó muriendo de viejo. Vericuetos en los que está demás, ahondar en ello.
De tal manera si ni el Gran Arquitecto
del Universo puede consensar con todo su pueblo, que de menos un mortal, máxime
en estos días aciagos, en donde ya no es válido poner la otra mejilla, e
incluso la venganza se ha vuelto parte de nuestra misma cultura popular, el eterno
cantautor José Alfredo Jiménez da muestras de ello, en uno de sus estribillos
que a la letra dice: “QUÉ BONITA ES LA VENGANZA CUANDO DIOS NOS LA CONCEDE, YA
SABÍA QUE EN LA REVANCHA TE TENIA QUE HACER PERDER, DIOS ME HA DADO ESE CAPRICHO
Y HE VENIDO A VERTE HUNDIDA PARA HACERTE YO EN LA VIDA, LO QUE TÚ ME HICISTE A
MÍ.”
Pero muy a pesar del machismo de
algunos, de la cerrazón, de la venganza, del arrebato y del sufrimiento
provocado por un sentimiento, por una agresión, traición, y demás golpes bajos,
hay quienes sin empacho perdonan hasta lo imperdonable, sin andarle dando
vueltas a las cosas y sin levantar tanto polvo. Dichos mártires en estas épocas,
en esta realidad social, suelen ser duramente descalificados e incluso se les
llega a tildar con ese lenguaje soez de: pendejos. Que en Tabasco, de una
manera más jocosa y con mayor prudencia, suele usarse el regionalismo: pejelagarto.
Ambas expresiones ya populares, tienen la misma connotación y el mismo
significado.
Es pues que en nuestras épocas,
se le reconoce más y se le da más razón, y hasta se le aplaude más, a quien
mide con la misma vara con la que le midieron, o al que aplicó, a como le
aplicaron. Preferible la venganza, a ser tildado de pejelagarto, dicta una ley
no escrita, pero sí acostumbrada. Pocos son los que tienen el valor, o la
sensatez de perdonar una infidelidad de su pareja, o en su caso perdonar a un
hostigador, violador, asesino o asaltante. La mayoría buscamos justicia, e imponer
un castigo o correctivo ejemplar, contundente, para que no se repita la infamia
o la ofensa.
Obvio, el común de la gente
aprendió a no dejarse, a ser implacable con el enemigo, con el traidor, con el
canalla, venga de donde venga, y no importando, muchas veces, que sea familiar o no, aquí quien la hace la paga, dicta la experiencia de la
muchedumbre.
Por esta misma razón, Andrés
Manuel López Obrador, llegó a ser presidente de la república en México, por eso
Morena tuvo tanto éxito, por ello se despacharon con la cuchara grande por
todos lados donde hubo elecciones.
La gente estaba cansada, la gente
estaba harta y pedía, incluso aún exige justicia, que por fin, le toque pagar a
la clase privilegiada de la política, del poder, los platos rotos que el pueblo
lleva años pagando con creces, y con simuladas austeridades que joden más a la
ciudadanía.
La amnistía que pide Andrés
Manuel, es una mentada de mauser para quienes han creído ciegamente en el
político de la supuesta izquierda mexicana.
Pero lo que pocos vieron, fue que
el triunfo de la elección del primero de julio, provocó en Andrés Manuel
sentimientos encontrados, primero su agradecimiento al nuevo demócrata de Peña
Nieto, quien según el propio Obrador no metió las manos en el proceso, y hasta
le hizo un favor al movimiento, y en segundo lugar, su agradecimiento a los
mexicanos que salieron a votar por el cambio, por el progreso, por la verdad,
por un país mejor, por él. Es pues que el presidente de la república electo, no
quiere quedar mal ni con unos, ni con otros, prefiere el perdón, para evitar
esa confrontación entre ángeles y demonios, entre los de arriba y los de abajo.
La reconciliación es el llamado a
eso, a la amnistía entre el pasado y el presente, a la pacificación de un
pueblo que pide cabezas, que pide venganza, que clama justicia, mientras
desfallece en la miseria.
Cuánto encono amontonado por décadas,
cuánta rabia, cuánto rencor, cuánto hartazgo… A esos mexicanos fue a quienes
representó Obrador, a esos dio cobijo el movimiento, y esa izquierda que se ve
derechueca fue a la que pusieron sus esperanzas los ciudadanos.
A días de tomar el poder, en diversas
entrevistas que el paisano ha concedido, ha dejado claro muchas cosas, y está
visto que un erudito no es, está visto que no quiere quedar mal con nadie, ni
con los supuestos buenos, ni con los supuestos malos. AMLO se deja ver hoy día
como un santo, como un Papa, como un alma bondadosa, otorgando perdones, como
si de dulcitos se tratase, hablando de paz, de un nuevo mundo. ¿Dónde quedó ese
Presidente de la Republica, por el que votaron miles? ¿Dónde está el acusador,
el justiciero, el inquieto líder emanado de la lucha, de la izquierda, del
caudillismo y de la revolución?
Habrá quien diga que es una estrategia, que está dejando se
confíen para poco a poco ir metiendo en orden las cosas, lo cierto es que hay
una desilusión y un descontento, y hay más dudas que respuestas.
Pero bueno, se acercan los días de la verdad absoluta, y la
palabra de Andrés Manuel será puesta a prueba con sus acciones; la gente, el
pueblo tendrá o tendremos que adecuarnos a los tiempos, y encaminarnos a esa
reconciliación con nuestros verdugos. El perdón es esencial, es un paso más a
ese México sin corrupción, sin ignominias, sin males. Nadie dijo que sería
fácil, nadie dijo que Andrés lo haría solo, es un reto, y la guía, la clave
para no perdernos estará en esa constitución moral, que será una biblia para el
porvenir y la abundancia.
Se pensaba que el pueblo padecía hambre y sed de justicia,
más no era así, urgía de algo más sublime y esencial, de la reconciliación para
con nuestros verdugos, del amor hacia el prójimo, del sanar nuestras heridas.
Ni
en las iglesias los curas, ni los pastores, dieron al clavo, como lo ha hecho Andrés Manuel, el guía. Es pues que te
perdonamos Peña, te perdonamos Trump, te perdonamos Núñez, les perdonamos a todos. Han ganado su salvo conducto, de manos de la supuesta izquierda, la cual ha sido su salvación y no su tumba.
Andrés Manuel, es el aliado perfecto que en México se necesitaba para acabar no con los corruptos, sí con la corrupción, por eso la gente le clama, le reconoce, le alienta a seguir, a no claudicar: "¡peje!", "¡peje!", "¡peje!", le gritan, le gritamos por doquier, mientras él con esa parsimonia que le ha caracterizado, se detiene, tartamudea, se acomoda el flequillo y aclara entre leves sonrisas coquetonas, "soy peje, más no lagarto".
Coño ¡QUE BIEN SE SIENTE PERDONAR EN PLENO AÑO DE HIDALGO! Que paz, que armonía, que chingón, ya ni el hambre doblega, ya no hay angustia por el circulante, nada duele, ni la conciencia, esto es una probadita de lo bien que se siente pertenecer en cuerpo y alma a la cuarta transformación, que dicha, que bella experiencia, viva mi cabecita de algodón, viva el perdón... Seguiremos informando. Aunque como dijo mi tía Marbella, me perdonara ella. Jiar, jiar.